Bajo nuestros pies: lo que revelan las rocas de Atacama

Los cerros de Atacama guardan historias volcánicas milenarias. La geóloga Natalia
Rodríguez de la Universidad de Atacama explora esas huellas para entender el pasado
profundo y proyectar nuevas formas de exploración.

Natalia Rodríguez es geóloga, doctora en Ciencias Naturales, académica de la carrera de
Geología de la Universidad de Atacama. Su investigación se centra en petrología ígnea,
magmatismo y tectónica andina, con foco en los procesos geológicos del norte de Chile.
Soy de Copiapó y vengo de una familia con tradición minera. Mi abuelo era pirquinero. Tal
vez por eso me resulta tan natural mirar la geología como parte de mi entorno cotidiano.
Pero más allá del legado familiar, creo que el territorio mismo nos impulsa a hacer
preguntas, a descubrir y a entender. Esa curiosidad por las rocas, por los volcanes, por lo
que no vemos pero está bajo nuestros pies, es también una forma de cuidar y valorar el
lugar que habitamos.


La Región de Atacama es reconocida por su riqueza geológica, visible tanto en sus paisajes
como en su historia minera. Pero más allá de lo evidente, sus cerros, valles y formaciones
rocosas conservan un archivo natural de procesos que ocurrieron hace millones de años.
Estudiar esas huellas es una forma de entender cómo se formó este territorio, qué
dinámicas profundas lo moldearon y cómo esa información puede ser útil hoy, tanto para la
ciencia como para la comunidad.
Mi investigación se centra en el estudio del magmatismo y la tectónica andina, procesos que
muchas veces no vemos directamente, pero cuyas marcas permanecen en las rocas. El
magmatismo, por ejemplo, surge por la fusión parcial de materiales en el interior de la
Tierra. Ese magma puede ascender y manifestarse como volcanes. Aunque en Atacama el
volcanismo no es tan activo como en la región de Antofagasta o el sur de Chile, sí existen
registros de antiguos sistemas magmáticos muy vigorosos que hoy estudiamos para
comprender su evolución.
En zonas como la costa y la precordillera, encontramos estructuras volcánicas extintas que
revelan cómo se comportaron estos sistemas en el pasado. Mediante técnicas de
geoquímica (que analizan su composición) y geocronología (que permite datarlas con
precisión) podemos reconstruir eventos geológicos ocurridos hace decenas de millones de
años. Esta información, además de su valor científico, puede ayudarnos a anticipar el
comportamiento de volcanes en contextos similares, en Chile o en otras regiones del
mundo.
Otro tipo de roca magmática, que representa un caso fascinante de estudio es el granito
orbicular de Caldera. Se trata de una roca ígnea poco común, con una textura muy
particular. Su rareza la convierte en objeto de estudio científico y también en un símbolo
patrimonial de Atacama. A pesar de su valor, muchas personas de la región aún no lo
conocen, lo que refleja una oportunidad: acercar este conocimiento a la comunidad y
fortalecer la identidad territorial a partir de su geología.
Este vínculo entre ciencia y patrimonio es fundamental. A veces, desde la academia nos
cuesta explicar por qué es importante saber cómo se formó una caldera volcánica hace 50

millones de años. Pero al hacerlo, no solo entendemos nuestro pasado geológico, también
generamos herramientas para el presente: en exploración minera, en conservación, en
educación.
El estudio del magmatismo también tiene implicancias prácticas. Existen ciertos tipos de
magmas que se consideran “fértiles” porque tienen el potencial de generar depósitos
minerales asociado a elementos de interés económico como el cobre. A través de
indicadores geoquímicos específicos, podemos clasificar un sistema magmático como fértil
o infértil, lo que aporta información valiosa para la exploración de recursos minerales
estratégicos.
Investigar en Atacama tiene ventajas notables. A diferencia del sur de Chile, donde la
vegetación muchas veces cubre los afloramientos, aquí las estructuras rocosas están bien
preservadas y son fácilmente accesibles. Sin embargo, también hay desafíos: el acceso a
técnicas analíticas de alta precisión puede ser limitado por los recursos disponibles, sobre
todo en universidades regionales con menor financiamiento.

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